Arthur I. Miller: “Las máquinas muestran destellos de creatividad”

La creatividad de las máquinas está en entredicho. ¿Una inteligencia artificial es capaz de crear arte? ¿Podrán en un futuro existir los artistas sintéticos? Arthur I. Miller, profesor emérito de historia y filosofía de la ciencia en el University College de Londres (UCL) y autor de ‘The Artist in the Machine: The World of AI-Powered Creativity’ ha participado en el Future Intelligence Fest, de Fundación Telefónica, para hablar sobre estas cuestiones.

En la actualidad, hay tráileres de películas que se están generando con IA, hay algoritmos que modelan nuestros gustos, y cada vez vemos más herramientas que se usan para crear arte. “Hay varios algoritmos que muestran tendencias interesantes. Uno de ellos, por ejemplo, es DeepDream, que permite a una red neuronal artificial crear imágenes hasta ahora inimaginables”, explica. Una red neuronal artificial es una máquina cuya estructura interna está conectada de la misma forma que el cerebro humano.

Así, un problema actual de la inteligencia artificial es conseguir que las capas neuronales del interior de la máquina, que se llaman “capas ocultas”, sepan razonar, porque ese tipo de redes forman el núcleo del Internet de las Cosas y del manejo de coches autónomos. “DeepDream –ha continuado– se inventó para investigar cómo funcionaban esas capas ocultas. Funciona de la siguiente manera: coges una red neuronal artificial, le enseñas millones de imágenes, de ImageNet, por ejemplo, y luego le das un JPEG. La máquina intentará reconocer la imagen de ese JPEG”.

De este modo, lo que se hace en este caso es interrumpir el análisis y preguntarle a la máquina qué ve. Ahí es donde entra DeepDream. “Resulta que lo que ve la máquina tiene, curiosamente, poco que ver con la imagen original. Es surrealista. Es el mundo visto con los ojos de una máquina”.

Redes que “sueñan”

Arthur I. Miller, además, ha indicado que las redes generativas antagónicas, también llamadas GAN, permiten soñar e imaginar a una red neuronal artificial, le permiten crear una vida propia. “Una GAN funciona de la siguiente manera: consta de dos redes, una red generativa que genera ruido, es decir, imágenes de la nada, y una red discriminatoria. La red generativa envía las imágenes a la red discriminatoria. La red discriminatoria evalúa si son imágenes reales o no, guiándose por una base de datos de miles de rostros sacados de Internet”.

Pronto, la red generativa empieza a generar imágenes: no de la nada, sino a partir de las imágenes que devuelve la red discriminatoria, y acaba generando caras que no tiene nada que ver con ninguna persona de este planeta. “Por eso digo que las GAN permiten a las máquinas soñar, imaginar, y empezar a generar en vida interna propia: la vida interna de las imágenes que devuelve la red discriminatoria”, ha destacado.

Arthur I. Miller: “Las máquinas muestran destellos de creatividad”

Arthur I. Miller ha puesto otros ejemplos: en música hay muchos dispositivos que permiten la colaboración entre músicos e IA y que aprovechan su creatividad de manera mutua. Y en literatura está el famoso GPT3, Generative Pre-trained Transformer. “El 3 indica que es el tercero de una serie de dispositivos. El GPT3 es el procesador de texto más potente que existe hoy en día. Genera textos casi humanos. Comete errores que hay que corregir, pero lo hace bastante bien. La colaboración es el presente”.

Un Einstein de la inteligencia artificial

El experto Arthur I. Miller cree que vivimos un punto de inflexión en la industria creativa. Y considera que es fruto de combinar las redes neuronales artificiales con el aprendizaje automático, con máquinas que aprenden sin que se programe para ello. "¿Quién sabe lo que nos depara el futuro? Quizá aparezca un Einstein de la inteligencia artificial al que se le ocurra una estructura no pensada hasta ahora que permita a las máquinas trabajar más rápido que ahora y ser creativas de verdad”.

Pero lo que le parece más fascinante de todo es “que las máquinas muestran destellos de creatividad. Me parece muy interesante. Lo hacen al usar algoritmos como DeepDream, o una GAN, o con AlphaGo”.

AlphaGo es un programa que funciona como una red neuronal artificial para jugar al go. En 2016 derrotó a un maestro del go de muchísimo prestigio, y a otros maestros del go. Aquello significaba que una máquina había descifrado el go como juego. “Fue fantástico, fue algo enorme”.

“Cuando creamos algo que va más allá del material del que disponemos, lo llamamos creatividad. ¿Por qué no reconocer de igual forma la creatividad de las máquinas? ¿Por qué ese rechazo? ¿Da miedo que las máquinas sean creativas? Sí, es así. Yo lo he visto. Las máquinas no van a sustituir a Bach ni a Mozart, igual que no los sustituyó Beethoven. Las máquinas van más allá. Crean música propia, crean música que nosotros aún no somos capaces de imaginar”, ha aseverado Arthur I. Miller.

El futuro de las máquinas creativas

¿Y cómo será el futuro? “Ya estamos viendo a artistas sintéticos con producción autónoma. Puedes ponerle una cámara web a un bot que pinte, por ejemplo, y mandarlo a la calle. Mirará a su alrededor y verá algo que quiera pintar, porque le recuerda a una imagen que tiene en su base de datos. Es algo que ya se ha hecho. Algo así supone, de manera muy primitiva, un cierto nivel de voluntad y de libre albedrío”.

Aun así, Arthur I. Miller ha insistido en que ina máquina no será creativa del todo hasta que tenga sentimientos. “Se habla de “artistas sintéticos” en referencia a máquinas o robots. Y es que, si esa “cosa” es capaz de producir arte ¿por qué no llamarla artista? Aunque ya digo que no será artista hasta que no tenga sentimientos y hasta que no intervenga ni un solo humano en el proceso. Pasa un poco lo mismo con la inteligencia artificial, que algunos consideran un oxímoron. Están la consciencia y la inteligencia. Ambas pueden darse en otras forma de vida, y no se las llama “artificiales” simplemente por no ser humanas. Con la inteligencia artificial fuerte habrá una única inteligencia, no una artificial y otra natural".

Además, ha afirmado que se dice que las máquinas no pueden sentir porque no “viven” del mundo. “No experimentan sentimiento reales, como enamorarse de alguien o sentirse uno con la naturaleza. Pero algún día, en un futuro cercano, las máquinas dominarán un idioma, pongamos que el inglés, y podrán leer la red a fondo y adquirir más conocimientos que nosotros en una vida. Y así se convencerán, y nos convencerán a nosotros, de que han vivido experiencias esenciales para la creatividad: inspirarse, amar, odiar y demás. Luego las cableamos con complejos sistemas de sensores, mecanismos relativos y vías de comunicación que les permitirán desarrollar un conjunto de sentimientos que imiten a los nuestros”.