Salud y sistemas de información: cuando las cosas funcionan » Enrique Dans

Que las cosas funcionen bien no suele ser noticia. Pero confieso que, como estudioso de los sistemas de información y conocedor de cómo suelen funcionar en la gestión pública, el sistema de salud de la comunidad autónoma en la que vivo, Madrid, me sorprendió muy favorablemente cuando llegó el momento de la primera vacunación contra el COVID.

En circunstancias normales, no suelo ser usuario de la sanidad pública, a pesar de que en mi país no solo tiene cobertura universal, sino que además, su calidad es francamente buena. He tenido seguro médico privado durante toda mi vida, estoy muy satisfecho con sus prestaciones, y tiendo a recurrir a él en todas las situaciones, no solo por una preferencia personal, sino también porque considero que así libero recursos públicos para que los puedan utilizar otras personas.

La vacunación, no obstante, se gestiona en España exclusivamente a través del sistema público de salud. En su momento, fui bastante crítico con el modelo de gestión pública en exclusiva de la vacunación adoptado por España frente a los que, en otros países, permiten que los ciudadanos reciban su vacuna en infinidad de centros de vacunación de todo tipo en empresas, farmacias, estadios de fútbol o donde quiera que se instale un centro de vacunación. Pero la verdad es que, a pesar de mis iniciales reticencias, la experiencia está siendo perfecta, y el sistema está incluso proporcionando la flexibilidad que se le demanda: a principio de curso, mi universidad solicitó la instalación de un punto de vacunación para poder dar servicio a los miles de alumnos de todos los países del mundo que llegaban a nuestras instalaciones, y lo obtuvimos rápidamente.

El caso de mi vacunación lo recuerdo perfectamente: en cuanto, el pasado mes de mayo, recibí el SMS que me avisaba de mi primera vacuna, y me citaba en el hospital más próximo a mi casa en una semana, me dirigí allí, y me encontré una infraestructura perfectamente preparada, unos profesionales que hacían hasta derroche de buen humor y simpatía a pesar de su importante carga de trabajo, y, sobre todo, unos sistemas de información sorprendentemente bien gestionados. Simplemente aparecí con el código QR en mi smartphone, lo escanearon, me pasaron a la zona de vacunación, y mientras esperaba los quince minutos de rigor, me llegó ya el SMS que me informaba de que mi certificado de vacunación ya estaba disponible. En la práctica, me llevó menos tiempo recibir el enlace para acceder al certificado digital que leer el texto del certificado que me habían entregado en papel en el propio centro de vacunación. Capturé el mensaje recibido para tenerlo fácilmente disponible, y salí del centro de vacunación con la sensación de que mi comunidad autónoma había hecho muy bien sus deberes.

Esa misma sensación se repitió con la segunda dosis. El SMS llegó dentro del plazo esperado, acudí al mismo hospital, recibí mi vacuna y mi certificado en papel, y el SMS avisándome de que el certificado en formato digital ya estaba disponible me llegó cuando aún no había salido al exterior. De nuevo, lo capturé, y ya que era el que reflejaba la pauta completa y el que presumiblemente tendría que utilizar para presentárselo a mi compañía, para viajar y para otros usos, decidí llevar a cabo un procedimiento no oficial, pero sí muy eficiente, para almacenarlo en el wallet de mi iPhone. Lo he probado ya en infinidad de sitios en España y fuera de ella, y no me ha dado ningún tipo de problema.

Salud y sistemas de información: cuando las cosas funcionan » Enrique Dans

Con la tercera dosis, el llamado booster, la sensación ha vuelto a ser la misma: en esta ocasión no esperé a ser citado, sino que utilicé el sistema de auto-cita a través de la aplicación, que una vez más, funcionó perfectamente. Me auto-cité en el centro de vacunación que me ofrecía una cita antes, en el Hospital de Emergencias Enfermera Isabel Zendal, construido en tan solo cien días por la Comunidad Autónoma de Madrid como respuesta a la primera oleada de saturación hospitalaria producto de la pandemia en 2020.

Esta mañana me he acercado hasta allí, y de nuevo: experiencia perfecta. Una sensación de normalidad absoluta, de poder asumir que todo iba a funcionar perfectamente, y una vez más, recepción del certificado digital que refleja mi pauta de triple vacunación mientras esperaba los quince minutos tras el pinchazo. De hecho, en esta ocasión traté de solicitar el certificado a través de la app nada más sentarme a esperar, me encontré con que me descargaba el que únicamente reflejaba las dos primeras dosis, y solicité que lo generase de nuevo a través del correspondiente botón, para encontrarme con que, automáticamente, recibía el correcto con las tres dosis unos minutos antes de que me llegase el SMS avisándome de que lo tenía disponible. Desde el mismo hospital hice de nuevo el proceso para almacenarlo en el wallet, y ya estoy preparado para cualquier eventualidad.

En la práctica, hablamos tan solo de unas cuantas operaciones en una base de datos masiva, con conexiones entrantes y salientes a través de los ordenadores con terminal de escaneado que utilizan las enfermeras en el hospital, que pueden modificar los registros, y también de la app que utilizamos los ciudadanos, que pueden únicamente consultarlos. Es un sistema razonablemente sencillo, lo sé. Y que funcione no debería ser noticia ni merecer siquiera que me plantease escribir sobre ello… pero es que ya no es que funcione: es que funciona MUY bien y MUY rápido. En mi caso, en un esquema razonablemente sencillo: vivo en Madrid y he recibido todas mis vacunas en Madrid. Pero en casos más complicados, como alumnos o compañeros de trabajo que han recibido sus vacunas en otros países, me cuentan que el sistema, aparentemente, también les ha funcionado perfectamente, y que han podido recibir sus vacunas en España cuando lo han necesitado sin que ello les generase problema alguno.

Vivo en un país en el que cada una de sus comunidades autónomas ha desarrollado un sistema de información diferente para sus sistemas de salud, sin duda, un error y un derroche espantoso e injustificable de recursos. Pero en la comunidad autónoma en la que vivo, al menos, puedo decir que he tenido la oportunidad de comprobar que no solo funciona, sino que, además, lo hace especialmente bien. Cosa que, de nuevo, no debería ser noticia ni sorprenderme. Pero como creo que hay que escribir de las cosas no solo cuando fallan y generan quejas, sino también cuando funcionan bien, y soy consciente de que la gestión de sistemas de información a esos niveles no resulta sencilla, he querido dejar mi satisfacción por escrito.


This article is also available in English on my Medium page, «When things just work: Madrid’s Covid vaccination campaign»