Trauma de vinculación: conceptos, causas y mecanismos en las relaciones íntimas

PRUEBA TEÓRICA

FONSECA, Nicole de Queiroz Lima [1], OLIVEIRA, Bruno Quintino de [2]

FONSECA, Nicole de Queiroz Lima. OLIVEIRA, Bruno Quintino de. Trauma de vinculación: conceptos, causas y mecanismos en las relaciones íntimas. Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento. Año. 06, Ed. 11, Vol. 06, págs. 60-78. Noviembre 2021. ISSN: 2448-0959, Enlace de acceso: , DOI: 10.32749/nucleodoconhecimento.com.br/psicologia-es/trauma-de-vinculacion

“Não te quero senão porque te quero

e de querer-te a não querer-te chego

e de esperar-te quando não te espero

passa meu coração do frio ao fogo.

Quero-te apenas porque a ti eu quero,

a ti odeio sem fim e, odiando-te, te suplico,

e a medida do meu amor viajante

é não ver-te e amar-te como um ego…”.

(PABLO NERUDA – SONETO LXVI).

Contents

RESUMEN

Cuando, después de un incidente violento, se establecen fuertes lazos emocionales para conectar a dos personas, se establece la instalación de un trauma llamado por la literatura como trauma de vinculación. Es una dependencia emocional entre dos personas, en una relación caracterizada por periodos de abuso, violencia y desequilibrio de poder, con vínculos de intensa conexión, distorsión cognitiva y estrategias conductuales de ambos individuos que paradójicamente fortalecen y mantienen el vínculo, lo que se refleja en el círculo vicioso de la violencia. Sin embargo, hay una falta de literatura e investigación científica sobre el tema en Brasil, que destaca la necesidad de un estudio refinado y en profundidad, ya que las causas y los efectos del trauma de vinculación aún no están exactamente claros, lo que hace que la comprensión y el tratamiento de los individuos, así como su recuperación, sean un proceso lento y doloroso. Por lo tanto, esta investigación se guía por la pregunta: ¿qué es el trauma de vinculación y cuáles son sus mecanismos? Así, se definió como objetivo general analizar el trauma de vinculación en las relaciones amorosas, con el fin de dar a luz a los procesos neuropsicobiológicos del trauma generado en las relaciones íntimas e investigar las razones por las que las víctimas permanecen en relaciones patológicas, también abordaremos el funcionamiento del Síndrome de Estocolmo y el estrés postraumático en víctimas de abuso en relaciones amorosas como factores que generan trauma de vinculación. Para la contextualización, problematización y validación del marco teórico utilizado en la investigación realizada, la metodología utilizada fue la revisión bibliográfica o revisión bibliográfica, a partir de la lectura, selección y análisis de textos de diferentes géneros, tales como registros, revisiones y artículos científicos relacionados con el tema y que fueron publicados en revistas y periódicos del área. Se concluyó que varios factores emocionales y neuropsicobiológicos son la causa de que el trauma de vinculación se establezca dentro de una relación.

Palabras clave: Trauma, Trauma de vinculación, Estrés postraumático, Síndrome de Estocolmo, Violencia en las relaciones íntimas.

1. INTRODUCCIÓN

Esta investigación tiene como objetivo analizar el trauma de vinculación en relaciones íntimas en las que existe un cierto patrón de comportamiento basado en el abuso por parte de una de las parejas. Mucho se habla del abuso psicológico y sexual dentro de las relaciones afectivas y de los efectos que provocan, sin embargo, los principales objetivos de esta investigación son de dos naturalezas distintas e interconectadas: a) dar luz a los procesos neuropsicobiológicos del trauma generados en las relaciones íntimas; y b) investigar las razones por las que las víctimas permanecen en relaciones patológicas.

La falta de literatura e investigación científica en esta área en Brasil saca a la luz la necesidad de un estudio refinado y en profundidad, ya que las causas y los efectos del trauma de vinculación aún no están exactamente claros, lo que hace que la comprensión y el tratamiento de los individuos, así como su recuperación, sean un proceso lento y doloroso. Las víctimas de trauma necesitan aprender a crear relaciones que no se basen en el miedo y el abuso de poder, incluso si dicho abuso de poder se percibe como natural y cierto (BLOOM, 1999).

En el sentido común, existe la idea generalizada de que las personas que permanecen en relaciones consideradas abusivas lo hacen motivadas únicamente por cuestiones de dependencia financiera, social, baja autoestima y/o dependencia psicológica. Aunque tales aspectos pueden ser pertinentes, los estudios indican que el trauma de vinculación es lo que, de hecho, mantiene a los sujetos en situaciones precarias en sus relaciones amorosas. En su obra “The Betrayal Bond“, Carnes (2019) explica que:

Trauma bonds são formas disfuncionais de ligação que ocorrem na presença de perigo, vergonha e abuso. Esses relacionamentos são bem diferentes das ligações que ocorrem naturalmente quando experimentamos um evento traumático com outras pessoas e o resultado geralmente é uma união ou estreitamento de uma ligação como método de sobrevivência. Trauma bonds, por outro lado, acontecem quando nos apegamos à exata pessoa que é a fonte do medo, vergonha e abuso. Este tipo de ligação não facilita a recuperação e resiliência, sabotando tais qualidades em nós, e frequentemente deixam um impacto a longo prazo, geralmente envolvendo sedução e traição[3]. (CARNES, 2019, p. 121).

Los Traumatic (o trauma) vinculación se crean cuando se establecen fuertes lazos emocionales para conectar a dos personas después de un incidente en el que una persona ataca, expresa un comportamiento violento, es abusivo, intimidante y amenazante. Es una dependencia emocional entre dos personas, en una relación caracterizada por periodos de abuso, violencia y desequilibrio de poder. La raíz de este vínculo está marcada por sentimientos de conexión intensa, distorsión cognitiva y estrategias conductuales de ambos individuos que, paradójicamente, fortalecen y mantienen el vínculo, que se refleja en el círculo vicioso de la violencia (DEYOUNG; LOWRY, 1992).

Desde un punto de vista fisiológico, se puede decir que el cerebro humano, en toda su complejidad, se activa durante el proceso psicosocial de generación del trauma de vinculación. Autores como Van Der Kolk (1989, 1991, 1994, 2001), Simonič y Osewska (2019), Fisher (2010) y Bloom (1999) postulan estudios que muestran evidencia de que las personas que son víctimas de abuso frecuente o prolongado, también como trauma en la niñez, son más propensos a estar involucrados en relaciones con el trauma de vinculación, debido a un mecanismo de recompensa en el organismo, que busca la repetición de ciertas sensaciones generadas por la descarga de endorfinas luego del final de la situación de crisis.

Segundo. Bloom (1999), en su obra “Trauma Theory Abbreviated”, tal mecanismo funciona de manera similar a lo que ocurre en organismos de personas dependientes de sustancias narcóticas:

[…]essas substâncias mágicas chamadas endorfinas são parte do funcionamento normal e corriqueiro, mas elas são especialmente importantes em momentos de estresse. Novamente, se olharmos para a evolução, faz sentido. Endorfinas não apenas acalmam a ansiedade, melhoram nosso humor e diminuem a agressividade, mas também são ótimos analgésicos já que são relacionados com a morfina e a heroína. Portanto, em tempos de estresse, elas propiciam alívio para a dor o suficiente para que não sejamos incapacitados por ferimentos que poderiam nos impedir de escapar do perigo. Se as pessoas são expostas a raros episódios de intenso estresse, elas possuem menos chances de mostrarem quaisquer mudanças em seu sistema bioquímico. O problema reside nas pessoas que são expostas repetidamente a experiências de estresse prolongado. Tais pessoas, geralmente crianças, são expostas a altos níveis de endorfinas frequentemente. Uma hipótese é a de que os indivíduos podem se tornar ‘viciados’ em suas próprias endorfinas e, como resultado, só se sentem calmas quando estão sob stress, com medo, irritáveis e hiper excitadas quando o estresse é aliviado, bastante similar a pessoas em abstinência de heroína. Isso é chamado de ‘vício em trauma'[4]. (BLOOM, 1999, p. 9).

Varias hormonas generadas en el cuerpo humano están involucradas en la llamada “adicción al trauma” que fortalece o induce el vínculo con el abusador, como la oxitocina, que causa los vínculos y la afectividad; opioides endógenos, responsables del placer, el dolor, la abstinencia y la dependencia; factor de liberación de corticotropina, causando abstinencia y estrés; dopamina – generando antojo, deseo, búsqueda. Con tantos factores neuroquímicos en estados desregulados, es extremadamente difícil para el sujeto modular sus emociones y tomar decisiones (BURKETT; YOUNG, 2012).

Otras hormonas influyen en la reacción (o falta de ella) en la persona ante una situación de violencia y/o permanencia de individuos en una relación abusiva. La percepción de que el castigo es inminente activa dos mecanismos cerebrales en el sujeto: uno que inhibe el comportamiento anterior, que supuestamente generó el motivo del castigo; y la otra, que aumenta los niveles de excitación ante la situación violenta generada. El sistema nervioso central, en esta circunstancia, activa los desencadenantes de las emergencias y genera las respuestas conductuales y cognitivas del sujeto, para protegerse de un posible ataque (BURKETT; YOUNG, 2012).

Varios estudios muestran que los antagonistas serotoninérgicos aumentan la agresividad en respuesta al estrés y la hiperreactividad en respuesta a los estímulos, pero la supresión de los comportamientos causados por el castigo se revierte con los bloqueadores de serotonina (VAN DER KOLK; SAPORTA, 1991), que plantea la hipótesis de que la baja en los niveles serotoninérgicos en víctimas de trauma y estrés postraumático es responsable de la continuación de las respuestas de emergencia a estímulos más pequeños, incluso cuando se detiene la causa del trauma.

Van Der Kolk y Saporta (1991) también explican que la gravedad de los casos de estrés postraumático está relacionada con los niveles de cortisol en el cuerpo del sujeto, lo que apoya la hipótesis de que hay un aumento crónico de cortisol en individuos afectados por estrés postraumático.

El término “Síndrome de Estocolmo” fue acuñado en 1973, tras el evento de un robo a un banco en Estocolmo, Suecia, donde criminales y rehenes permanecieron confinados durante seis días (MARTIN, 2005). Hay informes de que en estos seis días, las víctimas han desarrollado empatía, afecto y complicidad con sus secuestradores. Debido a que se entendió que era un vínculo entre abusador y víctima, tal relación parecía extraña a los ojos más atentos, y el psiquiatra y criminólogo Nils Bejerot bautizó este fenómeno de Síndrome de Estocolmo.

Investigando otras experiencias a lo largo de la historia de la salud mental en Occidente, se notó que este fenómeno era especialmente común en algunos cultos religiosos, en las relaciones con posibles prisioneros de guerra, en las relaciones familiares con casos de niños víctimas de abuso o incesto, entre otros grupos. También se identificó que este síndrome también se desarrolla en las relaciones amorosas, en las que la víctima termina creando una conexión traumática con su abusador (GEORGE, 2015).

Según Graham et al. (1995), hay cuatro precursores del Síndrome de Estocolmo: a) la sensación potencialmente mortal; b) aparente amabilidad; c) aislamiento; y d) la aparente incapacidad de escapar de la situación.

Trauma de vinculación: conceptos, causas y mecanismos en las relaciones íntimas

El Síndrome de Estocolmo, entonces, es un mecanismo de defensa para que el individuo se ocupe de tales factores, que pueden incluir distorsiones cognitivas y percepción de la realidad (GEORGE, 2015)

Tales distorsiones también son llamadas disonancias cognitivas, por Leon Festinger, en su obra “A Theory Of Cognitive Dissonance” (1957). Para el autor, estas disonancias existen cuando existe un conflicto o incongruencia entre creencias distintas, o cuando el sujeto se enfrenta a información que refuta sus creencias anteriores. La disonancia cognitiva crea un estado psicológico incómodo, que motiva la creación de mecanismos cerebrales en forma de estrategias para reducir el malestar.

Aplicando tal teoría a una relación abusiva, la víctima termina creando elaboraciones particulares o incluso justificaciones para el comportamiento de su pareja, ya que su creencia principal es que no está siendo abusada. Incluso frente a los hechos y la evidencia, la víctima se encuentra incapaz de refutar su disonancia cognitiva. En vista de la imagen anterior, podemos percibir que permanecer en una relación abusiva no es un problema puramente psicológico o social. La identificación de la ocurrencia de trauma en la infancia y a lo largo de la vida es fundamental para comprender cómo los patrones neurológicos y los vínculos traumáticos se forman a partir del trauma y permanecen durante toda la vida (GEORGE, 2015).

Los individuos que están sometidos a altos niveles de estrés y cortisol desde la infancia, por maltrato familiar, abandono, incesto, entre otras situaciones violentas, terminan buscando inconscientemente o siendo atraídos por personas que atienden a conductas consideradas abusivas que pueden proporcionar conflicto y la sensación de miedo, vergüenza y abuso a la que están acostumbrados y que sus cerebros necesitan para modular los niveles hormonales (BLOOM, 1999).

Las reacciones psicológicas y orgánicas que enfrentan los sujetos que, en algún momento de sus vidas, deciden abandonar relaciones consideradas abusivas son similares a las que experimentan los adictos a sustancias narcóticas en abstinencia, lo que trae fuertes indicios de la presencia de un mecanismo que relaciona la producción hormonal humana con el trauma de vinculación (BLOOM, 1999).

Desde el presente, se defiende la relevancia de este estudio, que tiene como objetivo investigar dichas dinámicas para que los individuos rehenes de estas conexiones puedan, de hecho, recuperarse eficazmente de los traumas -pasados y presentes- y así evitar que el ciclo se repita en el futuro.

La necesidad de profundizar en la comprensión del concepto de trauma de vinculación para la recepción y el tratamiento de los individuos, así como de comprender su funcionamiento biopsicosocial y sus efectos a corto y largo plazo, hacen que la investigación de este tema tenga una importancia clínica, teórica, social y política.

La violencia, física y emocional, en las relaciones íntimas, es un fenómeno integral y dañino que ocurre en toda la sociedad, sin diferenciación de género, afectando a hombres, mujeres, personas intersexuales y otras identidades de género, dando lugar a diversos problemas psicológicos, sociales e incluso físicos.

Comprender los aspectos neuropsicológicos en lo trauma de vinculación y la “adicción al trauma” es una tarea de suma importancia, ya que, a partir de tales competencias, será posible crear estrategias de intervención clínica en este tipo de casos. Como punto inicial para la futura construcción de un protocolo clínico, se entiende que la estabilidad fisiológica, según Bloom (1999), no se puede lograr mientras el individuo está en una montaña rusa constante de estímulos y respuestas.

Por estas razones, esta investigación busca plantear una nueva perspectiva sobre las relaciones abusivas y la permanencia de los sujetos en estas situaciones, ya que la falta de estudios y publicaciones científicas en Brasil puede hacer que los enfoques de la situación sean obsoletos o obsoletos.

Esta investigación se guía por la siguiente pregunta orientadora: ¿qué es el trauma de vinculación y cuáles son sus mecanismos? Así, el objetivo general de este trabajo es analizar el trauma de vinculación en las relaciones amorosas, con el fin de dar a luz a los procesos neuropsicobiológicos del trauma generado en las relaciones íntimas e investigar las razones por las que las víctimas permanecen en relaciones patológicas.Específicamente, se pretende: a) Explicar qué es el trauma de vinculación y cómo ocurre en una relación abusiva; b) Analizar la razón por la que un determinado perfil de víctimas de abuso permanezca en estas relaciones; y c) Explicar el funcionamiento del Síndrome de Estocolmo y el estrés postraumático en víctimas de abuso en relaciones amorosas como factores que generan trauma de vinculación.

La metodología utilizada en este estudio es la revisión de la literatura o la revisión de la literatura. Este tipo de metodología tiene como finalidad la construcción de una contextualización para el problema, así como el análisis de las posibilidades presentes en la literatura consultada para la concepción del marco teórico de la investigación.

Para ello, se realizaron lecturas de textos de diferentes géneros, como registros, reseñas y artículos científicos relacionados con el tema y que fueron publicados en revistas y periódicos de la zona. Luego, se organizó y analizó el material recolectado por la encuesta bibliográfica. Este análisis contribuyó a la contextualización, problematización y validación del marco teórico utilizado en la investigación realizada.

2. VIOLENCIA Y RELACIONES ÍNTIMAS

¿Qué impulsa a alguien a someter a la violencia a la persona que dice amar? Las razones pueden variar, como el abuso de sustancias; afecciones neurológicas previas, que pueden afectar el comportamiento; trastornos de la personalidad, como el trastorno antisocial de la personalidad; Trastorno límite de la personalidad; y trastorno narcisista de la personalidad.

Por mucho que las razones puedan ser diversas, el resultado suele ser el mismo: la víctima sufre las consecuencias del abuso. A veces, estas parejas no podrán salir de tales relaciones. La familia, los amigos y quienes rodean a estas víctimas pueden decirles que terminen la relación y salgan de la situación de sufrimiento, apelando a la lógica; sin embargo, el funcionamiento natural del cerebro puede evitar que esto suceda.

Las personas que son víctimas de trauma terminan exponiéndose, aparentemente compulsivamente, a situaciones que se refieren al trauma original. Estos comportamientos que reactivan el trauma rara vez se entienden conscientemente como algo relacionado con experiencias que ocurrieron temprano en sus vidas. Según Van Der Kolk (1989), los humanos son seres que dependen del apoyo social para crear un sentido de significado personal, seguridad, poder y control. Incluso nuestra maduración biológica está influenciada por cómo se han formado los vínculos desde la infancia. El trauma ocurre cuando, tanto interna como externamente, el sujeto no tiene las herramientas adecuadas para hacer frente a las amenazas externas.

La madurez física y emocional, así como las variaciones fisiológicas innatas en el proceso de reaccionar y percibir el peligro, son fundamentales en la capacidad del individuo para hacer frente a las amenazas externas. La presencia de cuidadores que proporcionan seguridad es de suma importancia para la modulación de la excitación fisiológica en los niños, así como su ausencia puede hacer que experimenten altibajos en esta excitación, que son fisiológicamente aversivos y desorganizadores. La figura del cuidador en el que el niño puede contar para hacer frente a situaciones para las que no está preparado es fundamental para que desarrolle recursos biológicos para hacer frente a amenazas de por vida (VAN DER KOLK, 1989).

Según Van Der Kolk (1989), cuando las personas que deberían ser la fuente de protección física y emocional y nutrición se convierten en la fuente del peligro del que el niño debe ser protegido, tienden a readaptarse y establecer un significado interno de seguridad. En lugar de volverse contra sus cuidadores y perder la esperanza de obtener cualquier tipo de protección, se culpan a sí mismos y se vuelven temerosos, extremadamente apegados, ansiosos y obedientes.

La vulnerabilidad de la persona víctima de un trauma al comienzo de la vida la hace propensa a experimentar un trauma, nuevamente, en la edad adulta, ya que se vuelve susceptible a tal evento, debido a su estructura cognitiva alterada desde la infancia. Para Van der Kolk (1989, p. 391), “las personas que están expuestas a la violencia y el abandono en la infancia comienzan a esperarlas como parte de la vida [5]”.Es en este contexto que el trauma de vinculación se vuelve propenso a instalarse.

Los cambios neurobiológicos que ocurren en las víctimas de abuso parecen ser similares a los de la fase de separación de una relación no abusiva (FISHER et al., 2010). Las víctimas de violencia en las relaciones íntimas son diferentes de otras víctimas de violencia, porque están cerca del agresor. Por lo tanto, este tipo de violencia se acompaña de una dinámica emocional particular, basada en el apego entre la víctima agresora (SIMONIČ; OSEWSKA, 2019).

Cuando cualquiera de nosotros se enamora y se conecta con alguien nuevo, la neuroquímica del sistema de recompensa responde, para establecer ese vínculo. En circunstancias de abuso, el cerebro tiene el mismo apego que cualquiera tendría por alguien que ama. Sin embargo, para las víctimas de abuso, el ser querido no está seguro y la relación no es estable (BURKETT; YOUNG, 2012).

Lo que sucede neurobiológicamente en una relación compuesta de trauma de vinculación no es muy diferente de lo que sucede en una relación saludable. La principal diferencia es que, dado que el cerebro humano es extremadamente sensible a lo que está sucediendo en el entorno circundante, libera sustancias químicas en respuesta a los comportamientos abusivos de la pareja. Si se aleja o se comporta agresivamente, habrá, en el cerebro de la persona con antecedentes de trauma y que está viviendo una relación abusiva, una reacción diferenciada, que alguien sin antecedentes de trauma y que está en una “relación normal” no experimentaría. Esto también es cierto en la neuroquímica cerebral, con opioides endógenos, dopamina y factor de liberación de corticotrofina. (BURKETT; YOUNG, 2012).

2.1 ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

Van der Kolk (1994) explica en su obra “The Body Keeps Score: Memory and the evolving psychobiology of post-traumatic stress“, que:

O Transtorno de Estresse Pós-Traumático se desenvolve após a exposição a eventos muito angustiantes. O estresse intenso é acompanhado pela liberação de neuro-hormônios endógenos que respondem ao estresse, como cortisol, epinefrina e norepinefrina, vasopressina, ocitocina e opioides endógenos. Esses hormônios ajudam o organismo a mobilizar a energia necessária para lidar com o estresse, desde o aumento da liberação de glicose até o aprimoramento da função imunológica. Em um organismo que funciona bem, o estresse produz respostas hormonais rápidas e pronunciadas. No entanto, o estresse crônico e persistente inibe a eficácia da resposta ao estresse e induz dessensibilização[6]. (VAN DER KOLK, 1994, p. 4).

El estrés postraumático se puede identificar a través de cinco categorías de síntomas, que son: recuerdos intrusivos angustiantes, recurrentes e involuntarios del evento traumático; sueños angustiantes recurrentes, en los que el contenido y / o la sensación de los sueños están relacionados con el evento traumático; reacciones disociativas (por ejemplo, flashbacks) en las que el individuo siente o actúa como si el evento traumático estuviera ocurriendo de nuevo; angustia psicológica intensa o prolongada frente a la exposición a signos internos o externos que simbolizan o se parecen a algún aspecto del evento traumático; reacciones fisiológicas intensas a signos internos o externos que simbolizan o se parecen a algún aspecto del evento traumático (AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION, 2014).

Tales síntomas causan altos niveles de confusión y angustia para los sobrevivientes, que no entienden cómo de repente se salieron de control en sus propias mentes y cuerpos. La ira o las lágrimas inesperadas, la falta de aliento, el aumento de la frecuencia cardíaca, los temblores, la pérdida de memoria, los problemas de concentración, el insomnio, las pesadillas y el entumecimiento emocional pueden secuestrar una identidad y una vida.

Según Van der Kolk (2001), después del trauma, el cerebro humano sufre cambios biológicos que no habría experimentado si no se hubiera producido ningún trauma. El impacto de estos cambios se ve especialmente exacerbado por tres desregulaciones principales de la función cerebral:

a) Amígdalas sobreestimuladas: Después del trauma, hay una tendencia del individuo a experimentar emociones como un estado físico, en lugar de experiencias codificadas verbalmente.

b) Disminución del hipocampo: Un aumento de la hormona del estrés cortisol, tóxica para el hipocampo, hace que se reduzca de tamaño, lo que sugiere pérdida de masa celular. Esto lo hace menos efectivo para hacer las conexiones sináticas requeridas para la consolidación de la memoria. Esta interrupción mantiene el cuerpo y la mente estimulados en modo reactivo, ya que ninguno de los elementos recibe el mensaje de que la amenaza ha cambiado en el pasado.

c) Lateralización: Van der Kolk (2001) informa, en su estudio, que existe una tendencia a una lateralización hacia el hemisferio derecho del cerebro, responsable de evaluar la importancia emocional de la información recibida y de la regulación autonómica y hormonal de las respuestas a estos estímulos. Es decir, el hemisferio derecho del cerebro está hiperactivado y, en contraste, el área de Broca, parte del hemisferio izquierdo responsable de traducir las experiencias personales en comunicación verbal, tiene una disminución en el uso de oxígeno debido a la exposición a los recuerdos del evento traumático.

Dado lo anterior, se observa que la memoria del evento traumático, para el cerebro, es como si el individuo estuviera viviendo la situación nuevamente, y puede ver, escuchar y sentir los elementos sensoriales asociados con el trauma. También hay deterioro fisiológico cuando se trata de exponer la experiencia traumática utilizando la comunicación verbal, así como la disociación de los sentimientos (VAN DER KOLK, 2001).

Con base en la psicobiología del trauma, se observa que el funcionamiento cerebral del individuo le impide percibir una relación abusiva como tal, ya que su cerebro y cuerpo están acostumbrados al estrés y la negligencia, así como a la ansiedad y el miedo, que también son causados por tales relaciones (VAN DER KOLK, 1989).

2.2 SÍNDROME DE ESTOCOLMO

Graham et al. (1995) desarrolló la teoría del Síndrome de Estocolmo, específicamente vinculada a la violencia practicada en una relación íntima, basada en la psicología y el comportamiento de grupos como miembros de sectas, prisioneros de campos de concentración, civiles detenidos en prisiones comunistas chinas, prisioneros de guerra, niños abusados, víctimas de incesto y prostitutas que tenían proxenetas. Ella argumenta que cuatro precursores son necesarios para el desarrollo del Síndrome de Estocolmo: la amenaza percibida para la supervivencia, la percepción de bondad, el aislamiento y la percepción de la incapacidad para escapar.

El síndrome de Estocolmo representa un mecanismo de defensa para tratar estos factores, incluidas las distorsiones cognitivas y perceptivas. Sesenta y seis ítems fueron enumerados por Graham (comportamientos, actitudes y creencias) como vinculados al Síndrome. Sobre la base de estos ítems, Graham desarrolló una escala de 49 ítems para medir el Síndrome de Estocolmo en las relaciones (GEORGE, 2015).

En la escala original, Graham et al. (1995) encontró que los ítems estaban ampliamente representados por tres categorías: Síndrome de Estocolmo central, daño psicológico y adicción al amor.

El Síndrome de Estocolmo Central contenía aspectos centrales de la teoría del Síndrome de Estocolmo y describía distorsiones cognitivas y traumas interpersonales. Estos incluyeron racionalizar o minimizar el comportamiento violento de una pareja, el comportamiento de autoacusación frente a los fracasos o comportamientos de la pareja, e identificar el amor en el contexto del miedo.

El daño psicológico capturó depresión, baja autoestima y dificultades interpersonales.

La dependencia del amor se tipificó por una fuerte creencia de que la supervivencia en sí misma dependía del afecto de una pareja, la idolatría extrema y la creencia de que sin una pareja no habría nada por lo que vivir (GEORGE, 2015).

El amor romántico puede considerarse una adicción, ya que demuestra características de la adicción, tales como: la atención intensamente enfocada del sujeto en un objeto preferido (en este caso, individual), cambios de humor repentinos y descontextualizados, deseo intenso e incontrolable, obsesión con un objeto / individuo, compulsión, distorsión de la realidad, dependencia emocional, cambios de personalidad, tomar altos riesgos para cumplir deseos conectados a ese objeto / individuo, y la pérdida del autocontrol frente al propio deseo. El amor romántico tiende a ser una forma constructiva de adicción cuando es correspondido, pero puede convertirse en una adición destructiva cuando se rechaza (FISHER et al., 2010).

Con esta dinámica en el ciclo de violencia, amor y rechazo, se crea una forma específica de conexión entre las dos parejas, que se basa principalmente en la dinámica emocional y la interconexión, por la cual la víctima, a pesar de su reconocimiento racional de la violencia, siente íntimamente que no es capaz de simplemente abandonar a la pareja abusiva que, a su vez, no cambia su patrón de comportamiento. En lugar de terminar la relación (e incluso si lo hace, regresa después de un tiempo), la víctima termina fortaleciendo su vínculo con el agresor. De esta manera, la complejidad de la relación abusiva se profundiza y el ciclo de violencia se repite (SIMONIČ; OSEWSKA, 2019).

Dutton y Painter (1981, 1993) describieron este tipo de vínculo como un traumatic bonding, ofreciendo una descripción más amplia de la dinámica de respuesta de la víctima y el perpetrador, con patrones predecibles e impredecibles de violencia y respuestas a ella.

2.3 TRAUMA DE VINCULACIÓN

El trauma de vinculación es el apego a una relación abusiva y su resultado es un vínculo afectivo traumático, creado en el ciclo de violencia, que ocurre sin que el individuo se dé cuenta. Las víctimas pueden ignorar los signos sutiles de abuso cuando la relación aún es temprana y no son conscientes del abuso emocional inminente; sin embargo, a medida que la relación se extiende y los lazos se profundizan, el patrón de comportamiento violento y abusivo de una parte de la relación tiende a aclararse (DUTTON; PAINTER, 1993).

En general, al comienzo de las relaciones abusivas, los episodios de abuso son leves y el patrón de violencia aún no está claro. Además, el agresor dice que se arrepiente y se disculpa, y la víctima los acepta, lo que refuerza el vínculo emocional. (DUTTON; PAINTER, 1993). Esta fase puede ser solo una etapa corta temprana de la relación abusiva o durar largos períodos hasta que uno entra en una nueva fase del ciclo de violencia.

Continuando con la relación de carácter abusivo, sigue la trayectoria del ciclo de violencia y la nueva fase se caracteriza por el aumento del maltrato. La víctima puede llegar a creer que algo anda mal con ella y que es responsable de cambiar algo en sí misma, lo que evitaría la violencia. Se desencadenan reacciones cognitivas como la autoacusación, la culpa, la introyección, la transferencia de la responsabilidad del abuso a sí mismo, y no al agresor, configurando una representación de los acontecimientos e incluso una autorrepresentación distorsionada. Esta noción distorsionada puede servir temporalmente como una justificación social para lidiar con el abuso y una explicación racional para ello, sin embargo, al llevar a la víctima a continuar en la relación, tal postura contribuye a la incapacidad de la víctima para terminar definitivamente el ciclo de violencia (DUTTON; PAINTER, 1981).

Dos características de las relaciones violentas contribuyen a la formación de un trauma de vinculación en la relación íntima: el desequilibrio de poder y la eventual intermitiencia de la violencia o, en otras palabras, el ciclo de violencia intercalado con la fase de la “luna de miel”. El desequilibrio de poder se produce cuando un individuo, que desempeña un papel subordinado, desarrolla una baja autoestima, reduce su autoeficacia y se vuelve más dependiente de la pareja violenta, es decir, la persona en posición dominante (DUTTON; PAINTER, 1993).

Una estructura social patriarcal, caracterizada por roles de género estereotipados, también puede contribuir a esto. Si la pareja en posición dominante es abusiva, la víctima termina siendo encarcelada emocional y existencialmente. Esto crea un sentimiento de impotencia en el sujeto y fortalece el apego, porque la víctima, que se ve a sí misma como débil, internaliza la percepción negativa del agresor sobre él, haciéndolo aún más dependiente e impotente, lo que crea un fuerte vínculo afectivo con la persona que se ve como más fuerte (SIMONIČ; OSEWSKA, 2019).

La dependencia de la persona percibida como más frágil esconde, de hecho, la dependencia e impotencia del agresor, porque también depende de la víctima. Por esta razón, el agresor interrumpe temporalmente el comportamiento violento, por temor a haber cruzado la línea y la víctima lo abandone. La ansiedad que surge en el agresor conduce a un comportamiento de apaciguamiento, con la interrupción de la violencia física y verbal, pero generalmente aún conservando la manipulación psicológica. De esta manera, el agresor trata de mantener a la víctima a su lado, ante la posibilidad de ser abandonada. Utilizando la teoría del apego, que examina las relaciones íntimas entre adultos como relaciones de apego, la ansiedad que acompaña a la posibilidad de perder a la persona a la que está unida es la base de tal relación patológica (DUTTON; WHITE, 2012).

Según Johnson (2008), las necesidades de apego en una relación son saludables, pero en el caso de las relaciones abusivas, el problema surge cuando tales necesidades se crean en un contexto de incertidumbre, generado por el conflicto. La seguridad de las relaciones ayuda a las personas a regular sus emociones, procesar información y comunicarse con claridad. Aquellos que tienen lazos sanos pueden admitir abiertamente su inseguridad y recurrir a otros en busca de apoyo, recibiendo recepción y una respuesta adecuada a la situación.

La violencia, sin embargo, es una forma disfuncional de permanecer cerca de la persona a la que se aferra cuando se despierta la necesidad de vincularse. La víctima se pone ansiosa, lo que le dificulta abandonar la relación, así como su agresor, que desea mantener el control sobre la víctima, para que ella no lo abandone (FINKEL; SLOTTER, 2007).

En este caso, se produce una paradoja: la violencia aumenta la angustia de la víctima, que desea escapar, al tiempo que eleva la necesidad de vínculos que puedan regular dicha angustia, que busca en personas que considera más fuertes que ella. Así, el agresor se convierte en una fuente de miedo y, al mismo tiempo, de protección. El vínculo traumático es, por lo tanto, una fuente de trauma, así como un vínculo que proporciona seguridad (SIMONIČ; OSEWSKA, 2019).

Dinámicas similares están presentes en el Síndrome de Estocolmo, en el que la víctima desarrolla un fuerte vínculo emocional con el agresor. Este síndrome, basado en distorsiones cognitivas y de percepción y apego, es, en este contexto, un mecanismo de defensa para hacer frente a tales factores.

El trauma de vinculación se forma y se mantiene, también, debido a una actividad particular a nivel orgánico de ambos miembros de la pareja en una relación abusiva, caracterizada por la desregulación en la secreción de dopamina, opioides endógenos, corticotrofina y oxitocina, hormonas que contribuyen a la “adicción al trauma”. (BURKETT; YOUNG, 2012).

La oxitocina provoca una respuesta neurológica muy potente, que promueve la creación de vínculos y la construcción de confianza con la pareja. El apego y la conexión entre la víctima y el agresor son los mismos que los de todas las demás relaciones: reforzadas por el exceso de oxitocina.

La dopamina estimula el deseo, la búsqueda y la semilla del otro.

Los opioides endógenos se asocian con la regulación de la proporción de placer y dolor, abstinencia y dependencia.

La liberación de corticotrofina se asocia con la percepción de situaciones estresantes y reacciones al estrés. En caso de violencia, generalmente se activan procesos neuroquímicos intensos. El problema es que tales procesos neurobiológicos, que activan el apego para aliviar el estrés, ocurren en relaciones tóxicas y dañinas, que también son una fuente de estrés, lo que hace que estos procesos se desregulen y hace que la víctima se vuelva cada vez más dependiente del agresor, causando un círculo vicioso, como el ciclo de violencia doméstica (FISHER et al., 2010).

3. CONSIDERACIONES FINALES

En vista de lo anterior, el cuestionamiento central realizado al inicio de esta investigación sobre la definición de trauma de vinculación y cuáles son sus mecanismos se contemplan de manera que es posible inferir que varios factores emocionales y neuropsicobiológicos se presentan como la causa de que el trauma de vinculación se establezca dentro de una relación, y la comprensión de estas variables se vuelve fundamental, tanto para la elaboración terapéutica del vínculo traumático, como para el proceso de tratamiento de las víctimas y cambio de sus patrones disonantes y dañinos.

Además, se sabe que el aumento de la vulnerabilidad a la formación de traumas de vinculación en una relación amorosa está vinculada a individuos con antecedentes de abuso y violencia en la infancia.

Tales experiencias de la vida temprana interrumpen el proceso natural de creación de vínculos saludables y alteran la estructura cerebral del sujeto, causando una mayor susceptibilidad a participar en una relación abusiva, tanto por factores internos y hormonales como por factores externos, que le dan un dispositivo inferior para lidiar con la percepción de peligro y la formación de vínculos positivos, haciéndote sentir incapacidad para dejar la relación.

Los regímenes interpersonales en individuos adultos con antecedentes de abuso tienden a ser negativos e incomprobables en diferentes relaciones. Estos esquemas pueden motivar un comportamiento que aumenta la probabilidad de revictimización.

Así, se entiende que se contempla claramente el objetivo general propuesto: analizar el trauma de vinculación en las relaciones amorosas, con el fin de dar a luz a los procesos neuropsicobiológicos de trauma generados en las relaciones íntimas e investigar las razones por las que las víctimas permanecen en relaciones patológicas.

Además, en vista de todo el compuesto teórico que se realizó, se cree que este estudio tiene una importancia significativa para sacar a relucir algunos aspectos relacionados con el trauma de vinculación, sin agotar, sin embargo, el tema. Por lo tanto, se pretende que este artículo sea la base para que se desarrollen estudios adicionales sobre este instituto contribuyendo positivamente a la difusión del conocimiento.

REFERENCIAS

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APÉNDICE – NOTA DE REFERENCIA

3. Traducción libre de los autores.

4. Traducción libre de los autores.

5. Traducción libre de los autores.

6. Traducción libre de los autores.

[1] Estudiante de psicología. ORCID: 0000-0003-1739-9532

[2] Estudiante de doctorado en Teoría Psicoanalítica – UFRJ, Magíster en Psicología Clínica – PUC RJ, Especialista en Salud Mental – HU/UFJF, Licenciado en Psicología – UFF. ORCID: 0000-0002-7956-7899

Enviado: Octubre de 2021.

Aprobado: Noviembre de 2021.

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